To live is to die.

"When a man lies he murders
Some part of the world
These are the pale deaths which
Men miscall their lives
All this i cannot bear
To witness any longer
Cannot the kingdom of salvation
Take me home."

Clifford Lee Burton (1962-1986)

viernes, 11 de noviembre de 2011

Divagación General



A pesar de la dificultad de que tal hecho se produzca, sigo aguardando impasible a que el azar golpee con fuerza esta existencia vacua que últimamente podría llamar vida. La fe que hace algún tiempo había depositado en la frágil humanidad de las gentes que en este bastión espacial moran, ahora se halla debilitada y esperando un golpe de gracia que la impulse a exhalar un ultimo estertor de esperanza para este planeta. La naturaleza predecible y monótona del comportamiento humano me decepciona más y más a medida que las arenas del tiempo se filtran ágiles hacia la parte inferior del reloj, creando un desierto que yo llamo pasado pero muchos preferirían denominar como olvido.
Cada uno de los días, efímeros y defectuosos, que se arrastran hasta su ocaso parecen aun más desalentadores que el anterior. La espiral de control formada por el binomio maestro-esclavo que conforma la realidad diaria de esta raza, antaño grandiosa y ahora reducida a meras cabezas de ganado disgregadas por barreras tan triviales como el sexo, la etnia o la religión, parece infinita y decadente, hasta el punto de poner en peligro el delicado equilibrio del universo. La morada de lo desconocido permanece aun oculta en algún recóndito escondrijo del espacio tiempo, guardando aquellos secretos que los humanos han sido demasiado obtusos como para descubrir a lo largo de millones de años de investigaciones y escrutinios varios que les llevaron a un eterno vagar por campos erróneos dejando en su mayoría a un lado la puerta a todo lo que ansiamos, una puerta que solo puede ser encontrado en el lugar mas inhóspito habido y por haber, la mente humana.

lunes, 24 de octubre de 2011

Búsqueda


¿Cuantas millas quedan por andar buscando aquello que tal vez nunca encuentre? Es la incertidumbre causada por la naturaleza desconocida del objetivo de esta ruta la que al mismo tiempo mueve mis pies y bombea cada litro de sangre en mis venas. Es el objetivo último, la cima inalcanzable desde la cual se divisa todo el valle que antes parecía inexpugnable y traicionero. Al fin y al cabo es todo cuestión de perspectivas.
Puede que todos busquemos lo mismo, aquello que evita que todo se pare. El sentido de la vida, dirían algunos. Cada uno de nosotros somos una ínfima parte de un todo, que a su vez emprende una búsqueda de algo que parece sencillamente inconcebible. ¿Pero y si el todo centra su búsqueda en el individuo? La regresión a la sencillez más pura, el uno, el ser, el yo.
Estamos jugando al escondite con nosotros mismos en un desesperado intento por encontrar algo distinto en nosotros a lo que ya conocemos, algo puro y exento de errores. Esto responde a la idea de perfección que tenemos, distinta para cada uno pero fiel al principio básico de que es inalcanzable. Deberíamos dejar de buscar la erótica de la perfección absoluta y comenzar a valorar y amar la particularidad del error humano.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Le Silence


Se encontraba sumido en un constante diálogo entre él mismo y el silencio. No acostumbraba a callar, pero en cambio cuando le tocaba el turno al silencio escuchaba pacientemente desde su viejo sillón con orejas. Le enseñó a que suena el aire cuando permanece inmóvil entre nosotros y también a que sabe el pasado, tenía un sabor tan amargo que el joven no tuvo más remedio que parar de degustarlo. Para quitarse el mal sabor de boca, se sirvió una vez más de su don para la palabra, atacando compulsivamente a su oyente con preguntas de las índoles más diversas.
Esta mecánica se sucedió una vez tras otra a lo largo de la velada, nunca antes se había planteado la posibilidad de que el silencio fuera tan buen conversador. Respetaba los turnos de palabra a la perfección y cuando llegaba su momento, reveladoras ideas llegaban a la mente del chico. Ideas que de ser conocidas por alguien más perderían el valor que les había otorgado el silencio.
Según avanzaba la noche, la cera se iba solidificando sobre el candelabro, dándole un aspecto tétrico que a más de uno hubiera sobresaltado. Pero no a él, se encontraba demasiado inmerso en su diálogo como para dejarse llevar por los estímulos exteriores. La conversación había seguido su curso por extraños cauces en los que el joven no se hubiera atrevido ni a poner un pie, pero esta vez no estaba solo y era el mejor momento para afrontar esos miedos. Así que continuó con decisión por aquellos parajes inhóspitos aun sin explorar...
La cera rebosaba hasta tocar el suelo de madera envejecida de la sala de estar, en la que apenas se podía apreciar otro sonido que el monótono tic-tac del reloj de pared y el rumor de algunas gotas de lluvia estrellándose contra la ventana que se encontraba tras el sofá. Allí estaba él, recostado en el sillón de ante verde, completamente extenuado pues aquella conversación supuso uno de los mayores esfuerzos que jamás había hecho. Sin apenas darse cuenta, su compañero de charla se había esfumado por la puerta, que se encontraba entreabierta, dejando tras de si un recuerdo difuso de aquella noche. Desde aquel día, cuando el silencio habla... yo escucho.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Infinidad


Son las 7 de la mañana, riders on the storm comienza a emanar dulcemente en un crescendo imparable que empapa estas cuatro paredes que me guardan. Me hace pensar que para llegar al final de algo, aunque sea lo más trivial hace falta recorrer un camino y que probablemente, ese proceso de alcanzar la meta, sea incluso más importante que ella en si misma.
El camino nos enseña, el camino nos prepara para la llegada, no hablo de un camino físico que se pueda evitar con un simple atajo, hablo de la mente, de profundizar en ella, de trazar una espiral hacia lo desconocido, donde la nada lo es todo y el todo es algo a lo que nunca antes habíamos accedido. La cruda infinidad.
"Si las puertas de la percepción fueran limpiadas, todo aparecería ante el hombre tal como es: infinito."

William Blake

miércoles, 31 de agosto de 2011


Hay algo, que encierra el aparentemente sencillo hecho de trasnochar, que nos hace pensar que no deberíamos estar despiertos a estas horas, que la compañía de la luz que emana de la pantalla del ordenador no debería ser estímulo suficiente como para resistirse a los designios de Morfeo. Pero aun así lo hacemos, debe haber algo que encierra la noche que escapa a nuestro control y por eso la exploramos. Por eso de pequeños nos quedábamos despiertos intentando desafiar el control paterno hasta que se apagaba la luz de la cocina, dando carta blanca a los monstruos, solo reales en algún recoveco de nuestras tiernas mentes infantiles, para salir.

Ahora, ligeramente más maduros, nos creemos capaces de cazar esos monstruos. No podemos acabar con algo que no controlamos y el temor, el miedo fluye en nosotros, convirtiendo cualquier escenario cotidiano en un lugar hábitat idóneo para estas criaturas. Todo ello, ayudado de la noche, un corcel sombrío que cubre sin tregua nuestro mundo.

Mi consejo es que la única forma de destruir al miedo es fundiéndote con él, abrazando la oscuridad como a una amiga cercana y no como una amenaza. Respira, observa, decide, en la oscuridad ni siquiera tu sombra puede ver lo que haces.

domingo, 21 de agosto de 2011

Tiempo.


Remuevo con los dedos las cenizas aun calientes del pasado, con la esperanza de sacar una ínfima chispa. Un pequeño estallido que consiga inflamar, una vez mas, la hoguera que ilumina nuestra noche cuando las estrellas se alinean y precipitan hacia la tierra como pétalos de una flor ya extinta. Alzo la mirada y ahí estas, tan cerca y a la vez tan lejos...

El murmullo de las olas bien podría ser producto del entrecortado aleteo de tus pestañas, que a intervalos muestran unos ojos tan puros como las aguas en las que bañas tu cuerpo. La marea fluye hacia estas dos figuras anónimas, anegándolo todo a su paso, como si quisiera fundirnos en su inmensidad. Beso tus labios en un desesperado intento por para el paso del tiempo, con unos segundos debería bastar

No es el agua la que intenta ahogarnos, si no el mismo tiempo que desgasta cada centímetro de nuestros frágiles cuerpos. Nos arrastra al teatral abismo donde el ahora se convierte en el mañana, separándonos mientras compartimos el último abrazo.

domingo, 17 de abril de 2011

Contrastes monocromáticos.





Si, de esas veces que contemplas la realidad pasando frente a ti. Como quien mira un río de curso tranquilo e irregular por el que aparentemente solo pasa agua, hasta que de repente algo brilla, no es solo el reflejo del sol, falso amigo con el que ya me había encontrado en veces anteriores. Esta vez hay algo real en todo esto.
Si pudiera volver atrás y analizar cada instante que me ha hecho pensar en que hay algo más, algo que quizás yo pueda cambiar, algo de lo que participar. Como ver tu sonrisa al otro lado del bar, un discreto cruce de miradas, y otro quizás no tan discreto. Volver a ese momento en el tiempo e interrumpir ese extraño vinculo que nos unió durante unos instantes y decir: basta
Lo admito, quería besarte, me temo que eso ya ha dejado de ser un secreto para ti, para mí y para el resto de testigos accidentales del cruce de esencias que supone rozar tus labios. El olor de tu perfume aun sigue atascado en mis circuitos neuronales, eso me gusta, no me importaría prolongar esa extraña sensación que me impulsa a mirar a mi alrededor para comprobar si en realidad estas ahí o solo es mi hiperactiva imaginación.
Oscuridad, a veces me gusta sumirme en ella pues es más fácil ver la luz si hace tiempo que has olvidado como era esa cálida sensación. Gracias por ayudarme a recordar que se siente al ver algo extraordinario en un mundo de mediocridad incurable, donde lo malo es muy malo y lo bueno es regular, y tú... tú eres sencillamente genial.

domingo, 2 de enero de 2011

Convergencias vitales.


Agua caliente aguardaba pacientemente sobre la inmaculada porcelana. La habitación no parecía necesitar más iluminación que el tenue resplandor de dos velas a cada extremo de la bañera y la lumbre que provenía del quemador de incienso. El suelo estaba frío y el espejo empañado por la diferencia de temperatura.
La música se fundía con el vapor de agua que emanaba desde la superficie de aquel fragmento de océano, creando una situación casi extrasensorial que estimulaba los sentidos separándolos de su componente puramente humano y empujándolos hacia un viaje en forma de espiral con rumbo desconocido. Había creado un incendio bajo el agua en calma, un incendio que no parecía destinado a extinguirse.
Sumergirse en ese tanque de esencias seria volver de nuevo al estado más puro del ser humano, a lo primitivo. Despojado de todo recurso, en el espacio incierto donde el agua y el fuego se juntan, creando un amalgama de estímulos casi imperceptibles. Silencio… la música se para y todo permanece en estado de espera.
Algo se oye, rítmico y repetitivo. No es un sonido nuevo para mí, ya lo había escuchado antes, pero no de esta manera pura y sin adulterar. Es como suena la vida cuando la dejas correr libre sobre tierras desconocidas, el trotar de mil caballos dentro de tu pecho.