To live is to die.

"When a man lies he murders
Some part of the world
These are the pale deaths which
Men miscall their lives
All this i cannot bear
To witness any longer
Cannot the kingdom of salvation
Take me home."

Clifford Lee Burton (1962-1986)

miércoles, 31 de agosto de 2011


Hay algo, que encierra el aparentemente sencillo hecho de trasnochar, que nos hace pensar que no deberíamos estar despiertos a estas horas, que la compañía de la luz que emana de la pantalla del ordenador no debería ser estímulo suficiente como para resistirse a los designios de Morfeo. Pero aun así lo hacemos, debe haber algo que encierra la noche que escapa a nuestro control y por eso la exploramos. Por eso de pequeños nos quedábamos despiertos intentando desafiar el control paterno hasta que se apagaba la luz de la cocina, dando carta blanca a los monstruos, solo reales en algún recoveco de nuestras tiernas mentes infantiles, para salir.

Ahora, ligeramente más maduros, nos creemos capaces de cazar esos monstruos. No podemos acabar con algo que no controlamos y el temor, el miedo fluye en nosotros, convirtiendo cualquier escenario cotidiano en un lugar hábitat idóneo para estas criaturas. Todo ello, ayudado de la noche, un corcel sombrío que cubre sin tregua nuestro mundo.

Mi consejo es que la única forma de destruir al miedo es fundiéndote con él, abrazando la oscuridad como a una amiga cercana y no como una amenaza. Respira, observa, decide, en la oscuridad ni siquiera tu sombra puede ver lo que haces.

domingo, 21 de agosto de 2011

Tiempo.


Remuevo con los dedos las cenizas aun calientes del pasado, con la esperanza de sacar una ínfima chispa. Un pequeño estallido que consiga inflamar, una vez mas, la hoguera que ilumina nuestra noche cuando las estrellas se alinean y precipitan hacia la tierra como pétalos de una flor ya extinta. Alzo la mirada y ahí estas, tan cerca y a la vez tan lejos...

El murmullo de las olas bien podría ser producto del entrecortado aleteo de tus pestañas, que a intervalos muestran unos ojos tan puros como las aguas en las que bañas tu cuerpo. La marea fluye hacia estas dos figuras anónimas, anegándolo todo a su paso, como si quisiera fundirnos en su inmensidad. Beso tus labios en un desesperado intento por para el paso del tiempo, con unos segundos debería bastar

No es el agua la que intenta ahogarnos, si no el mismo tiempo que desgasta cada centímetro de nuestros frágiles cuerpos. Nos arrastra al teatral abismo donde el ahora se convierte en el mañana, separándonos mientras compartimos el último abrazo.