To live is to die.

"When a man lies he murders
Some part of the world
These are the pale deaths which
Men miscall their lives
All this i cannot bear
To witness any longer
Cannot the kingdom of salvation
Take me home."

Clifford Lee Burton (1962-1986)

lunes, 24 de octubre de 2011

Búsqueda


¿Cuantas millas quedan por andar buscando aquello que tal vez nunca encuentre? Es la incertidumbre causada por la naturaleza desconocida del objetivo de esta ruta la que al mismo tiempo mueve mis pies y bombea cada litro de sangre en mis venas. Es el objetivo último, la cima inalcanzable desde la cual se divisa todo el valle que antes parecía inexpugnable y traicionero. Al fin y al cabo es todo cuestión de perspectivas.
Puede que todos busquemos lo mismo, aquello que evita que todo se pare. El sentido de la vida, dirían algunos. Cada uno de nosotros somos una ínfima parte de un todo, que a su vez emprende una búsqueda de algo que parece sencillamente inconcebible. ¿Pero y si el todo centra su búsqueda en el individuo? La regresión a la sencillez más pura, el uno, el ser, el yo.
Estamos jugando al escondite con nosotros mismos en un desesperado intento por encontrar algo distinto en nosotros a lo que ya conocemos, algo puro y exento de errores. Esto responde a la idea de perfección que tenemos, distinta para cada uno pero fiel al principio básico de que es inalcanzable. Deberíamos dejar de buscar la erótica de la perfección absoluta y comenzar a valorar y amar la particularidad del error humano.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Le Silence


Se encontraba sumido en un constante diálogo entre él mismo y el silencio. No acostumbraba a callar, pero en cambio cuando le tocaba el turno al silencio escuchaba pacientemente desde su viejo sillón con orejas. Le enseñó a que suena el aire cuando permanece inmóvil entre nosotros y también a que sabe el pasado, tenía un sabor tan amargo que el joven no tuvo más remedio que parar de degustarlo. Para quitarse el mal sabor de boca, se sirvió una vez más de su don para la palabra, atacando compulsivamente a su oyente con preguntas de las índoles más diversas.
Esta mecánica se sucedió una vez tras otra a lo largo de la velada, nunca antes se había planteado la posibilidad de que el silencio fuera tan buen conversador. Respetaba los turnos de palabra a la perfección y cuando llegaba su momento, reveladoras ideas llegaban a la mente del chico. Ideas que de ser conocidas por alguien más perderían el valor que les había otorgado el silencio.
Según avanzaba la noche, la cera se iba solidificando sobre el candelabro, dándole un aspecto tétrico que a más de uno hubiera sobresaltado. Pero no a él, se encontraba demasiado inmerso en su diálogo como para dejarse llevar por los estímulos exteriores. La conversación había seguido su curso por extraños cauces en los que el joven no se hubiera atrevido ni a poner un pie, pero esta vez no estaba solo y era el mejor momento para afrontar esos miedos. Así que continuó con decisión por aquellos parajes inhóspitos aun sin explorar...
La cera rebosaba hasta tocar el suelo de madera envejecida de la sala de estar, en la que apenas se podía apreciar otro sonido que el monótono tic-tac del reloj de pared y el rumor de algunas gotas de lluvia estrellándose contra la ventana que se encontraba tras el sofá. Allí estaba él, recostado en el sillón de ante verde, completamente extenuado pues aquella conversación supuso uno de los mayores esfuerzos que jamás había hecho. Sin apenas darse cuenta, su compañero de charla se había esfumado por la puerta, que se encontraba entreabierta, dejando tras de si un recuerdo difuso de aquella noche. Desde aquel día, cuando el silencio habla... yo escucho.