Una eternidad para un agujero negro.
Esta historia habla sobre los
hechos acontecidos en un café. La situación del mismo es irrelevante, al igual
que lo son la posición de la luna en el momento exacto que ambos cruzaron la
puerta de cristal o el número de sillas cojas que en él se encontraban. Ella
tenía la eternidad en su mirar y él tenía un agujero negro en su mente. Cuando
entraron en contacto la única explicación posible para lo que ocurrió sería la
de una reacción en cadena que terminó por asustar a fuerzas en las que ni tan
siquiera creían. En la planta de abajo
la cafetera rechinaba como un tren de
mercancías en un paso a nivel y en algún lugar de la segunda planta una mujer
doblaba ligeramente la esquina superior derecha de un libro de poesía.
Lo más interesante es que ni tan
siquiera llegaron a tocarse, solo hizo falta una un cruce de miradas. Pestañear
resultaba casi absurdo, inundar de oscuridad la belleza de aquel instante
habría acabado con todo. Tal vez fue por eso por lo que algo, o alguien,
decidió eliminar el tiempo. Es un proceso más sencillo de lo que puede parecer
en un principio. Solo hizo falta un silencioso chasquido de dedos para que las
horas minutos y segundos dejaran de tener valor. Como un cambio de divisas
existencial en el que la nueva moneda era cada latido y cada silencio.
No estoy seguro de que lo
hicieran a propósito, seguramente solo querían besarse una vez más antes de que
el tiempo; si, ese viejo y anticuado concepto otra vez, se los llevara
lentamente a la realidad. Sería una gran idea preguntarles, poder nadar dentro
de su cabeza y averiguar cuáles fueron los motivos que les llevaron a propinar
esa sanguinaria laceración a las leyes de la física. Es una lástima que nadie
les haya vuelto a ver, hay quien dice que aún siguen allí, inertes. Otros
afirman que les vieron tomar el tren del que nunca llegaron a bajar, la inexistencia
del tiempo dificulta la puntualidad, más bien la desaparece. Aunque lo más
probable es que estén en su cama mirando al techo a través de la oscuridad,
preguntándose como fuero capaces de semejante proeza.
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An eternity for a black hole.
This story talks about what happened in a café. The location of the café is irrelevant, so as the position of the moon in the exact moment when they both came through the glass door or the number of rickety chairs inside. She had eternity in her eyes and he had a black hole in his mind. The only possible explanation to what happened when they contacted would be a chain reaction that scared superior forces in which they didn’t even believed. In the ground floor the coffee machine was grinding like a goods train on a level crossing and somewhere in the second floor, a woman was folding the upper right corner of a poetry book.
The most curious thing is that they didn’t even touch; only an exchange of glances was needed. Blinking was almost absurd, flooding the beauty of that moment with darkness would have ended it all. Maybe that’s the reason why something, or someone, decided to eliminate the time. Is a much easier process than it might seem at first. Only a silent finger snap was needed for the hours, minutes and seconds to loose their value. Like a currency exchange in which the new currency was each heartbeat and each silence.
I’m not sure if they did it on purpose or not, probably they just wanted to kiss one more time before the time; yes, that old-fashioned concept again, would slowly take them away to reality. It would be a great idea to ask them, to be able to swim in their heads and find out what where the reasons that lead them to inflict such a bloody laceration to the laws of physics. But I’m afraid that no one has seen them again, some people say that they are still there, motionless. Others say that they saw them took the train that they never came down from, the inexistence of time prevents the possibility of arriving on time, rather eliminates it. Although its more likely that they are in their bed, staring at the ceiling trough the darkness, asking themselves how were they capable of such feat.